domingo, 19 de enero de 2014

El Matrimonio

El Matrimonio

Víctor Rosas Arenas





Desde que el mundo es mundo “el hombre ha sido el lobo del hombre” según la sentencia de Plauto y ampliada aún más por Hoobes en el siglo XVII, haciendo evidente el egoísmo del hombre por su congénere.  No obstante la sociedad  intentó corregir tal comportamiento favoreciendo leyes para una mejor convivencia. Una de estas uniones de convivencia, el matrimonio (unión de dos personas por lo general un hombre y una mujer ya que hoy la ley permite otros tipos de uniones en diferentes países), implica obligaciones legales y se destina a durar toda la vida,  surge así, el matrimonio existiendo como tal  desde la antigua Roma.

El Derecho Canónico da importancia a la unidad y la indisolubilidad del acto matrimonial como un sacramento. El matrimonio civil, es la forma legal (para el Estado) de formar una familia.  Para los catastrofistas, el matrimonio es la institución más terrible que el hombre ha inventado por la monopolización de un ser hacia el otro independientemente de su género. Sea como fuere, la pregunta ya no es si seamos menos buenos que nuestros antepasados para el matrimonio, o si esperamos del matrimonio cosas diferentes que en el pasado, o si el matrimonio espera cosas de nosotros. Más bien, deberíamos plantearnos: Qué podemos aportar nosotros como individuos a esa institución para fortalecerla, para mejorarla y no caer más en la terrible sentencia de Plauto: Homo homini lupus”.

Sirvan estas palabras de introducción a un mensaje enviado a varios familiares que recientemente celebraron su unión matrimonial.

Exhortación a una pareja dispuesta al matrimonio.

Mucho se ha hablado sobre el matrimonio y su antónimo el divorcio. El comentario más extenso y de lugar común es el que sentencia: “Quienes están afuera quieren entrar y viceversa”; o el típico alternativo: (si eres casado): ¿Por qué no te divorcias?; si soltero: ¿Por qué no te casas? Lo cierto es que el casamiento no es más que una invención de la sociedad burguesa para preservar bienes.
  
Por otra parte, es muy difícil intentar establecer algunas palabras para una pareja que iniciará un encuentro matrimonial. El tono puede ser el de establecer los mejores deseos para ellos. Algunos consejos pueden ser útiles, sobre todo viniendo de alguien que ya ha surcado esos caminos, pero se corre el riesgo de sonar petulante.

      Mirad jóvenes imberbes… la vida es a veces paradójica, pero se debe luchar para y por ser felices. Tener la plena convicción de que a pesar de las "tormentas" siempre habrá un puerto seguro, donde se respire tranquilidad y el placer de haber cumplido con el deber, que finalmente es lo que da goce de espíritu. El luchar por nuestros objetivos de la vida, las metas que nos hemos propuesto alcanzar (los dos) y estar conscientes de las vicisitudes que pueden surgir en el trayecto.

       Entonces necesitamos de la comprensión y el entendimiento, pero sobre todo del fervoroso deseo de conseguir lo que se aspira ya como pareja, como un solo ser, a pesar de ser dos: cuando te das cuenta que, de alguna forma, ya ambos se pertenecen, es decir, ya tú eres ella y ella eres tú.

       Decíamos... la vida a veces es paradójica, y no es gratuito decirlo,  porque cuando un hombre tiene a una mujer y/o una mujer tiene a un hombre, inevitablemente se empiezan a perder, porque se empiezan, y terminan siendo domesticados por sí mismos; se crean los lazos y precisamente ahí, inician los desencuentros. Es cuando debe entrar la comprensión en ambos lados, a veces uno, a veces el otro, a veces los dos al unísono. No en valde alguna vez Voltaire dijo: "en el matrimonio lo principal no es amarse, sino conocerse".

       Crear los ritos en la cotidianidad ya que muchas veces es esta última, el cementerio del amor. Los ritos del convivir, lo que hace que unos días sean diferentes 
a todos los días y cuidar… cuidar las palabras que a veces son fuente de malos entendidos.  Pero sobre todo no olvidar que los hechos son los que cuentan, y que también los pequeños detalles son importantes porque terminan siendo lo perenne del compartir la vida.

       Inevitablemente el tono de estas palabras fue de consejo y es el halo que no quería para este mensaje, entiéndase  mejor como una exhortación, pues ningún ser en el mundo experimenta en cabeza ajena, es menester caminar para triunfar y a veces también equivocarse…  para aprender. Entonces surge el corregir, el perdonar, el intentar, el reconquistar y equilibrar la vida… nuestras vidas. 

       Cierro esta exhortación y espero que mis palabras no suenen a filosofía porque entonces se pudiera cumplir conmigo lo que alguna vez dijera Sófocles: “Cásate; si por casualidad das con una buena mujer, serás feliz; si no, te volverás filósofo, lo que siempre es útil para un hombre”.

       Finalmente, compañeros, amigos:
       “Si abordan este navío, el del casamiento, se darán cuenta que no debieron haberse subido; pero si no toman  el pase de abordar este bajel, se darán cuenta que debieron haberlo hecho… porque finalmente tenemos que navegar y… ¡una decisión ha sido tomada!: el surcar los mares de la vida”.